Jane Goodall: entre el respeto y el utilitarismo

Jane Goodall: entre el respeto y el utilitarismo

Resumen


Jane Goodall es una de las figuras más reconocidas en la historia del estudio y defensa de los animales no humanos. Su trabajo con los chimpancés transformó la comprensión científica y emocional que gran parte del mundo tenía hacia ellos, y su imagen se convirtió en un símbolo global de compasión y respeto por la vida animal.


Pero incluso los símbolos más admirados deben poder ser cuestionados. Desde una mirada vegana, el pensamiento de Goodall deja ver una tensión entre la empatía y el utilitarismo: entre el respeto sincero hacia los animales y la aceptación de su uso cuando se considera que el fin humano lo justifica.


Este texto propone revisar críticamente esa contradicción. A través de sus declaraciones públicas, colaboraciones institucionales y referencias filosóficas, analizamos cómo su enfoque bienestarista reproduce, quizá sin quererlo, una forma de supremacía humana que sigue legitimando la explotación.


No se trata de negar su legado, sino de observarlo con honestidad. Porque solo al cuestionar incluso a quienes admiramos podemos avanzar hacia la práctica de la congruencia ética.


Porque la compasión es insuficiente si no hay liberación.


¿Era Jane Goodall vegana?


Goodall fue vegetariana durante décadas y más tarde adoptó una alimentación basada en plantas. En entrevistas reconocía que evitaba los productos animales tanto como podía, aunque sin emplear el término vegan en un sentido político o antiespecista:


“Intento comer vegano siempre que puedo, pero a veces es difícil cuando viajo.”

— The Guardian, 2020


En una entrevista con El Mundo (2007) dice que es vegetariana (1); da la impresión de que, al usar de forma indistinta “vegetariana” y “vegana”, realmente no conocía la diferencia entre ambas.


Desde un enfoque coherente con su estilo humanista, invitaba a reducir el consumo de carne por razones éticas y ambientales, pero sin la urgencia moral que se expresa desde el veganismo. En la misma entrevista citada anteriormente respondió:


“Sí (soy vegetariana), pero no es una opción que necesariamente tenga que adoptar todo el mundo. Sin embargo, si la gente siente la necesidad de comer carne, creo que, por su propia salud, debería ingerir el mínimo posible, y que debería buscar siempre productos de granjas ecológicas en las que los animales no se encuentren encerrados en condiciones terribles y sean alimentados con antibióticos.”


Comparación con Singer y Regan


La comparación con Peter Singer y Tom Regan ayuda a situar a Goodall dentro del debate ético contemporáneo.


Peter Singer, desde el utilitarismo, busca minimizar el sufrimiento y maximizar el bienestar; aceptando algunas formas de uso de animales si eso produce menos sufrimiento general.


Tom Regan, en cambio, sostiene que los animales son “sujetos de una vida” y poseen derechos morales inalienables. Su valor inherente impide cualquier forma de uso o consumo.


Jane Goodall se ubica más cerca de Singer que de Regan. Aunque compartía con este último la idea de dignidad y valor intrínseco, su acción pública fue pragmática y reformista. Promovía cambios graduales, regulaciones más estrictas y estándares más altos, no la abolición total de la cautividad o del uso animal.


En una declaración (2), Goodall dice:


“Me hice vegetariana cuando descubrí la existencia de las granjas industriales. Después de leer «Liberación animal», de Peter Singer, recuerdo que miré un trozo de carne en mi plato y pensé: «¡Esto simboliza miedo, dolor y muerte!». No me lo comí, ni he vuelto a comer carne desde entonces. Y lo mismo ocurrió con la leche y el queso cuando descubrí el horror de las granjas lecheras.


Solo cuando la gente comprenda la realidad de la ganadería industrial y adopte una dieta basada en plantas, solo cuando se acepte más ampliamente que los animales de granja son seres sensibles y, a menudo, inteligentes, podremos esperar poner fin a estas prácticas bárbaras”


Aunque este testimonio parece inspirador, refleja todavía una mirada antropocéntrica.
Goodall utiliza eufemismos como carne para referirse al cuerpo de un animal asesinado. Como explica Carol J. Adams en La política sexual de la carne (1990), este lenguaje especista borra al sujeto real detrás del producto y transforma un cadáver en “alimento”.


Además, al describir a los animales de granja como “a menudo inteligentes”, sigue evaluándolos desde parámetros humanos, en lugar de reconocer que todas las especies poseen su propia forma de inteligencia y valor intrínseco. Su discurso apela al sentimiento humano ante el sufrimiento del otro, más que al derecho de ese ser a vivir según sus propios intereses.


Respecto de la experimentación y estudios que utilizan a los chimpancés, los justificaba si eran en beneficio de los humanos. En El Mundo (1), declaró lo siguiente:


“No estoy necesariamente en contra de toda la investigación con primates u otros animales. Lo que sí creo es que, cuando un experimento está justificado por motivos médicos, debe cuidarse al máximo que los animales sufran lo mínimo posible.”


El pensamiento de Goodall refleja una posición claramente utilitarista respecto a los animales no humanos, ya que acepta ciertos usos si el fin es considerado “superior” y el sufrimiento se reduce al mínimo. Tanto en Goodall como en Singer, la supremacía humana se mantiene como principio rector: los intereses humanos prevalecen sobre los derechos naturales de los demás animales. Por eso, en lugar de cuestionar el uso mismo, ambos proponen reducir y regular el daño.


Esa jerarquía moral, que sitúa las necesidades humanas por encima del valor intrínseco de los otros seres sintientes, constituye una forma de especismo. Y el especismo, como cualquier sistema de dominación, no debería tener cabida en el pensamiento de una persona vegana.


Bienestarismo y regulación


En relación con el tráfico ilegal de animales, la postura de Goodall fue una oposición consistente. Pero en relación a los zoológicos esto cambia: Desde el Jane Goodall Institute, emitió declaraciones en las que afirmaba que algunos zoológicos podían desempeñar un papel positivo si garantizan altos estándares de bienestar y se comprometían con la conservación real:


“Debemos trabajar por un mundo donde los animales sean tratados con respeto y compasión: en la naturaleza, en nuestros hogares y, sí, en cautiverio, donde se les debe brindar la mejor vida posible.”

— Jane Goodall Institute, 2021


Goodall también colaboró con zoológicos como el de Los Ángeles o el Lincoln Park Zoo, con la intención de mejorarlos, pero no eliminarlos.


La Fundación BIOPARC, de España, que colaboró con el Instituto Jane Goodall en su proyecto en Senegal, publicó una grabación (3) de la visita de Goodall en la que declara “haber pasado una mañana maravillosa en el Zoológico, ya que hace sentir a la gente que se está paseando por el bosque o la sabana”.


De igual modo, apoyó proyectos como HeroRATs, de la organización APOPO, que entrena ratas para detectar minas antipersona o productos de vida silvestre traficados. Durante una visita, incluso se nombró a una rata “HeroRAT Jane”. Su imagen es utilizada, desde antes de su muerte, para solicitar apoyo económico para estas víctimas que salvan vidas… vidas humanas y eventualmente de animales exóticos, poniendo las suyas en riesgo y siendo consideradas por su utilidad, no por su valor intrínseco.


De hecho, actualmente la organización HeroRAT continúa utilizando la imagen de Goodall para recaudar donaciones, mostrando cómo incluso los íconos de la compasión pueden promover la explotación animal al involucrarse con iniciativas especistas.


Desde una perspectiva vegana, el uso de animales para fines humanos, así sean educativos y nos generen beneficios, sigue siendo éticamente inaceptable, pues implica su instrumentalización y la violación de su derecho fundamental a la vida y la libertad.


La importancia de las etiquetas


Calificar a Goodall como utilitarista bienestarista no es restarle mérito, sino que busca ubicar sus acciones con precisión ética y evitar confusiones o idealizaciones ficticias.


Aún reconociendo sus aportes para sensibilizar a la población no vegana respecto a la sintiencia de algunos animales no humanos, debemos tenerlo claro: cooperar con zoológicos o apoyar proyectos donde los animales son usados, entrenados, confinados y hasta asesinados, en nombre del bienestar humano; no es correcto.


Estos actos perpetúan la idea de que algunos animales pueden ser cosificados “por una buena causa”, lo cual sigue siendo una forma injusta de discriminación.


Si bien en una de sus últimas entrevistas afirmó: “Soy vegana, con 91 años” (4), podemos entender que se refería a que llevaba una alimentación libre de productos animales, ya que en otra muy cercana (5) volvió a destacar la importancia y los beneficios de utilizar a las ratas gigantes africanas para resolver problemas humanos.


Sus esfuerzos por inspirar a las personas a adoptar una alimentación basada en plantas y promover cambios en favor del planeta son, sin duda, admirables. Sin embargo, esto no equivale a posicionarse contra toda forma de explotación ni a trabajar por la verdadera liberación animal frente a toda opresión humana.


De todo corazón, deseamos que, aunque haya sido en sus últimos momentos, Jane Goodall haya podido comprender que ningún animal merece ser usado para nuestro beneficio, por más noble que parezca el propósito.
Porque el veganismo, tal como lo definió Leslie J. Cross, vicepresidente de la Sociedad Vegana en el momento de su creación, “se compromete a la búsqueda del objetivo de acabar con todos los usos que implican la explotación de la vida animal por parte de la humanidad.”


Una alternativa ética para la relación y el cuidado de los animales perjudicados por nuestra especie, es el veganario (6): un hogar vegano permanente para animales rescatados donde el principio de no explotación busca ser innegociable.


Conclusión


Jane Goodall, en parte, transformó la forma en que el mundo mira a los demás animales, pero no rompió del todo con la lógica que los mantiene subordinados a la supremacía humana. Desde un punto de vista humanista (no antiespecista), fue una persona profundamente compasiva con los animales no humanos.


Sin embargo, desde la ética vegana, su coherencia resulta parcial: no se puede reconocer a medias la sintiencia de los demás animales y, al mismo tiempo, justificar su instrumentalización para beneficio humano, especialmente en una época en la que existen alternativas éticas y científicas para el avance de la medicina.


Esta es una invitación abierta para todas: a no dejar de cuestionarnos, ni a nosotras mismas ni a las figuras famosas o admiradas.


El especismo es tan amplio y sutil que puede aparecer en cualquier persona o situación; si no lo reconocemos y lo confrontamos, no podremos liberarnos de él, ni liberar a los demás animales de la supremacía humana.


Porque la compasión sin libertad total no es justicia: es sólo regulación especista.


Referencias

  1. El Mundo: ENTREVISTA A JANE GOODALL https://www.elmundo.es/elmundo/2007/02/19/ciencia/1171879531.html
  2. Goodall, J. (3 de junio de 2025). Farm animals are sentient — and often sapient. Jane Goodall Institute.
  3. BIOPARC. (2025). BIOPARC conmemora la labor de la Dra. Jane Goodall tras su fallecimiento [Video]. YouTube.
  4. Adriana | Estudiante de Veterinaria. (2025). Jane Goodall’s last speech – El último discurso de Jane Goodall [Reel de Instagram]
  5. Universidad de la Libertad. (2025). Jane Goodall: Razones para la esperanza [Video]. YouTube.
  6. Vegan Point. (2025). Del santuario al veganario: un nuevo horizonte ético para el rescate animal. Vegan Point Blog.

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